Real Cofradía del Santo Entierro

La Real Cofradía del Santo Entierro representa una de las instituciones cofradieras más emblemáticas y solemnes de la Semana Santa de Zamora. Fundada en 1593, esta hermandad ha desarrollado a lo largo de más de cuatro siglos una identidad única que la distingue dentro del panorama pasionista español. Su procesión del Viernes Santo por la tarde, precedida por el característico sonido de las esquilas del Barandales y compuesta por once magníficos pasos que narran la Pasión y Muerte de Cristo, constituye uno de los momentos culminantes de la celebración religiosa zamorana.

Casa Hermandad de la Real Cofradía del Santo Entierro en Zamora
Casa Hermandad de la Real Cofradía del Santo Entierro en Zamora. Foto de CarlosVdeHabsburgo, Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0).

La concesión del título de «Real» por parte del rey Alfonso XIII en 1925 vino a reconocer la importancia histórica y la relevancia cultural de esta cofradía, que cuenta actualmente con aproximadamente 3.400 hermanos. Su rico patrimonio escultórico, que incluye obras maestras de Ramón Álvarez, Mariano Benlliure y otros insignes imagineros, convierte cada Viernes Santo en una auténtica exposición al aire libre del mejor arte sacro español de los últimos siglos.

Fundación y evolución

La Real Cofradía del Santo Entierro fue creada en el año 1593, aunque existen indicios documentales de antecedentes a lo largo del siglo XVI que sugieren la celebración de funciones del Entierro de Cristo en la parroquia de San Esteban desde mediados de esa centuria. Su primera salida procesional documentada se produjo al año siguiente de su fundación, en la tarde del Viernes Santo de 1594, estableciendo desde entonces una tradición ininterrumpida que se ha mantenido hasta nuestros días.

El origen de la cofradía presenta una característica singular que la diferencia de todas las demás hermandades zamoranas: su carácter eminentemente gremial. La hermandad fue promovida y fundada por el próspero gremio de sederos de Zamora, en una época en la que la ciudad constituía un importante centro de producción textil, especialmente en el sector de la seda. Esta vinculación gremial era tan estricta que hasta el año 1626 se exigía a quienes desearan ingresar en la cofradía la superación de un examen de oficio en el telar ante tres maestros sederos, requisito que garantizaba el carácter exclusivo y profesional de la hermandad.

La crisis que afectó a la industria textil zamorana durante el siglo XVII obligó a la cofradía a abrir sus puertas a miembros de diversas profesiones y clases sociales. Esta transformación, lejos de debilitar la institución, supuso su revitalización al permitir un aumento significativo del número de hermanos y, consecuentemente, de los recursos económicos disponibles. El carácter exclusivamente gremial dio paso a una estructura más inclusiva que reflejaba mejor la diversidad social de la ciudad.

Los primeros estatutos de la cofradía establecían la celebración el Viernes Santo de una solemne función que se iniciaba con el sermón del Descendimiento. Este acto constituía una auténtica pieza de teatro litúrgico en la que se escenificaba el momento del Descendimiento de Cristo de la cruz utilizando una talla articulada que era desclavada ritualmente y depositada en una urna. Finalizado el sermón, se iniciaba la procesión acompañada por las insignias y pasos de la cofradía. En estos primeros tiempos, el cortejo incluía las imágenes de María Magdalena, Longinos, El Descendimiento, Cristo Descendido, La Cruz, San Juan y Nuestra Señora, y el Santo Entierro, conjunto escultórico que se mantendría con variaciones a lo largo de los siglos.

El siglo XVIII supuso un periodo de grave crisis para la hermandad, crisis que compartieron prácticamente todas las cofradías zamoranas. La situación se agravó de tal manera que desde 1743 no se rendían cuentas regularmente y en 1750 la cofradía puede considerarse prácticamente suprimida, pues solamente quedaban dos miembros activos y todos los objetos de valor habían sido embargados. A pesar de esta situación desesperada, la procesión del Viernes Santo no dejó de salir en ningún momento, siendo organizada por la parroquia de San Esteban y sus devotos.

En 1771 se produjo el restablecimiento oficial de la cofradía con un carácter eminentemente moderno. Se aprobaron nuevos estatutos que transformaron profundamente los aspectos externos de la hermandad, adaptándola a las sensibilidades de la época. La falta de propiedades en estos momentos, aunque constituyó un grave problema económico, sirvió paradójicamente de estabilizador cuando llegaron las desamortizaciones del siglo XIX. A diferencia de otras muchas cofradías zamoranas que se vieron gravemente afectadas por la pérdida de sus bienes, la del Santo Entierro no sufrió prácticamente consecuencias por carecer de patrimonio inmobiliario que pudiera ser confiscado.

Una catástrofe natural marcó profundamente la historia de la cofradía en el siglo XIX. Una inmensa crecida del río Duero en la noche del 29 al 30 de diciembre de 1860 arrasó la casa del administrador de la hermandad, llevándose consigo la mayor parte de alhajas, mantos y documentos de incalculable valor histórico. Esta pérdida patrimonial supuso un duro golpe para la institución, que sin embargo supo recuperarse y continuar con su labor devocional y procesional.

El siglo XX significó la consolidación definitiva de las transformaciones producidas desde mediados del siglo anterior, hasta alcanzar la vitalidad que caracteriza a la cofradía en nuestros días. El hito más destacado de esta época fue el otorgamiento en 1925 por parte de Su Majestad el Rey Alfonso XIII del título de «Real» a la cofradía, distinción que venía a reconocer su importancia histórica, su relevancia cultural y su contribución a la preservación de las tradiciones religiosas españolas. Este título real elevó el prestigio de la hermandad y consolidó su posición preeminente dentro de la Semana Santa zamorana.

A lo largo del siglo XX y principios del XXI, la cofradía ha continuado enriqueciendo su patrimonio escultórico con la incorporación de nuevas obras de imagineros contemporáneos, tanto zamoranos como sevillanos, demostrando su capacidad para conjugar respeto por la tradición con apertura a nuevas expresiones artísticas. En 1994, con motivo de la celebración del cuarto centenario de su fundación, se desarrollaron numerosos actos conmemorativos que pusieron de relieve la vigencia y pujanza de esta histórica institución.

Sede tradicional

La Iglesia de San Esteban, popularmente conocida como «los Padres», constituye la sede histórica de la Real Cofradía del Santo Entierro desde su fundación en 1593. Este templo románico, construido entre finales del siglo XII y el siglo XIII, se encuentra situado en la Plaza de San Esteban, entre los barrios de San Torcaz, del Burgo y de la Lana del casco antiguo zamorano. La iglesia conserva su estructura primitiva exterior, aunque el interior fue completamente reformado durante el siglo XVIII en estilo barroco.

Indumentaria cofradiera

El hábito de la Real Cofradía del Santo Entierro refleja magistralmente el luto y la solemnidad que corresponden a la conmemoración de la Muerte del Señor. Los hermanos y hermanas visten túnica y caperuz de terciopelo negro, prenda que fue introducida en la procesión en el año 1895, aunque el uso del color negro como símbolo de luto ya era tradicional en la hermandad desde épocas anteriores. El conjunto se completa con un cíngulo y decenario también de color negro, que ciñe la túnica a la cintura.

Un elemento distintivo y característico del hábito del Santo Entierro es la vara de madera que portan todos los cofrades. Esta vara, de aproximadamente un metro de longitud, se remata en un calvario de metal dorado que representa las tres cruces del Gólgota. La vara no constituye un mero elemento decorativo, sino que simboliza la condición de peregrino del cristiano y su acompañamiento al Señor en el camino hacia la sepultura. Durante el recorrido procesional, el sonido rítmico de estas varas golpeando el suelo al unísono crea una cadencia solemne que refuerza el carácter fúnebre del cortejo.

Todos los miembros de la hermandad portan la medalla oficial de la cofradía, distintivo que los identifica como parte de esta institución centenaria. La medalla pende de un cordón negro y muestra los emblemas propios de la hermandad, incluyendo referencias al Santo Entierro y los símbolos de la Pasión de Cristo.

Riqueza escultórica

La Real Cofradía del Santo Entierro procesiona cada Viernes Santo con once magníficos pasos que conforman uno de los conjuntos escultóricos más completos y valiosos de la Semana Santa española. Este extraordinario patrimonio artístico, reunido a lo largo de más de cuatro siglos, incluye obras de los más destacados imagineros que han trabajado para la Semana Santa zamorana.

La Magdalena, obra de Ángel Marcé realizada en 1892, abre el cortejo procesional. Esta imagen representa a María Magdalena encaminándose hacia la tumba de Jesús portando un pomo de perfumes, según el relato evangélico. La figura transmite una profunda tristeza contenida, con el rostro levemente inclinado y los ojos dirigidos hacia un punto lejano que simboliza el sepulcro del Señor. El tratamiento de los paños y la delicadeza en los detalles anatómicos revelan la maestría técnica del escultor catalán.

La Conversión del Centurión es una obra del imaginero Fernando Mayoral Dorado estrenada en 2001. Este grupo escultórico representa una escena novedosa en la iconografía pasionista: el momento en que Longinos, el centurión romano, está a punto de clavar su lanza en el costado de Jesús ante la presencia de la Virgen María, María Magdalena y San Juan. La expresión del rostro del centurión sugiere su comprensión íntima de la divinidad de Cristo, anticipando su conversión. Una particularidad técnica de esta obra es que la cruz debió ser acortada para permitir su paso por el portalón del Museo de Semana Santa, por lo que los pies de la figura de Jesús aparecen relativamente cercanos al montículo del Calvario.

La Lanzada, obra del imaginero zamorano Ramón Álvarez ejecutada en 1868, constituye uno de los pasos más populares y venerados de toda la Semana Santa zamorana. El grupo representa el momento en que el centurión Longinos atraviesa con su lanza el costado de Cristo ya muerto en la cruz, para comprobar su fallecimiento. La escena incluye las figuras de la Virgen María, San Juan y María Magdalena al pie de la cruz, en actitudes de profundo dolor. La maestría de Álvarez se manifiesta en el tratamiento anatómico del cuerpo de Cristo, en el dramatismo contenido de los rostros y en la composición equilibrada del conjunto.

Durante el recorrido de ida hacia la catedral, la cofradía conduce también el Santísimo Cristo de las Injurias, imagen anónima del siglo XVI que procesiona habitualmente el Miércoles Santo con la Cofradía del Silencio. Este crucificado de extraordinaria calidad artística representa a Cristo muerto, con el rostro sereno y el cuerpo laxo propio del momento posterior al fallecimiento. La imagen permanece en la catedral tras su llegada, siendo venerada allí por los fieles.

El Descendimiento constituye la obra inaugural de Ramón Álvarez para la Semana Santa zamorana, realizada entre 1857 y 1859. El encargo de este conjunto escultórico, valorado en 5.000 reales, supuso el debut del joven imaginero coresano en la creación de pasos procesionales. El grupo representa el momento en que José de Arimatea y Nicodemo desclavan el cuerpo de Cristo de la cruz, mientras la Virgen María, San Juan y las santas mujeres contemplan la escena con profundo dolor. La composición se caracteriza por su equilibrio y por el tratamiento realista de las figuras, que revelan ya las cualidades que convertirían a Álvarez en el imaginero más importante de la Semana Santa zamorana.

San Juan y Nuestra Señora es una obra del imaginero zamorano Ricardo Flecha Barrio estrenada en 1994, aunque fue muy renovada al año siguiente. El grupo representa a la Virgen María desconsolada por la muerte de su Hijo, sosteniendo fuertemente contra su pecho la corona de espinas mientras el discípulo amado, San Juan, intenta mitigar su dolor. Las dos figuras fueron concebidas como las primeras imágenes de un grupo de ocho que representaría el Entierro de Cristo, proyecto que no llegó a completarse. La emotividad de la escena y el tratamiento naturalista de las figuras conectan esta obra contemporánea con la mejor tradición de la imaginería castellana.

El Descendido, obra del valenciano Mariano Benlliure tallada en 1879 cuando el escultor contaba solamente con quince años de edad, constituye una de las joyas del patrimonio escultórico zamorano. Este grupo, que representa un llanto sobre Cristo muerto, está integrado por ocho figuras: Cristo, la Virgen, San Juan, María Magdalena, María Salomé, María Cleofás, José de Arimatea y Nicodemo. Una anécdota memorable rodea la creación de esta obra: Benlliure tuvo que derribar una pared de la casa que su familia tenía alquilada en Madrid para sacar las imágenes a la calle, lo que provocó el desahucio familiar. Las figuras son retratos de familiares del escultor: José de Arimatea representa a su padre, la Virgen a su cuñada y Cristo a su hermano. La obra llegó a Zamora por ferrocarril el 30 de marzo de 1879 y desfil por primera vez pocos días después.

La Piedad, obra del imaginero sevillano Manuel Ramos Corona ejecutada en 2004, sustituye a una primera versión del mismo autor realizada en 1995 que no convenció al público zamorano. La imagen representa a Cristo muerto sobre el regazo de la Virgen tras el momento de ser bajado de la cruz, iconografía tradicional que conecta con la mejor tradición de la escultura religiosa española. El tratamiento de los paños y la expresividad contenida del rostro de la Virgen demuestran la maestría técnica del imaginero andaluz.

La Conducción al Sepulcro, grupo escultórico realizado por José María Garrós en 1901, representa el momento en que Cristo es trasladado al sepulcro envuelto en una sábana por San Juan, José de Arimatea y Nicodemo, mientras la Virgen y las santas mujeres siguen el fúnebre cortejo. La composición diagonal del grupo y el tratamiento naturalista de las figuras confieren a la escena un dramatismo sereno que invita al recogimiento.

El Retorno del Sepulcro, obra de Ramón Núñez realizada en 1927, representa el momento en que la Virgen y San Juan se marchan del sepulcro tras haber depositado en él el cuerpo de Jesús. María Magdalena permanece llorosa junto a la tumba, mientras Nicodemo y José de Arimatea completan la escena. Este grupo fue encargado originalmente para la Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias por la Junta de Fomento de la Semana Santa, que sufragó su coste de 5.000 pesetas con dinero procedente de multas del estraperlo del azúcar. La obra recibió el apodo popular de «el paso del camello» por la posición antiestética que mostraba la espalda de una de las figuras, defecto que fue corregido en 1953 por Florentino Trapero. Ese mismo año fue devuelto por la Cofradía de Nuestra Madre al Santo Entierro, hermandad en la que ha permanecido desde entonces.

El Santo Entierro o La Urna, obra maestra de Luis Álvarez Duarte estrenada en 2002, constituye la imagen titular de la cofradía. Este Cristo yacente, de anatomía perfecta y expresión serena, representa al Señor muerto reposando en la urna sepulcral. La imagen, que puede considerarse como la culminación del relato pasionista que desarrolla toda la procesión, es portada sobre unas magníficas andas acristaladas que permiten su contemplación desde todos los ángulos. La urna constituye el momento culminante del desfile, siendo portada con especial devoción y precedida por las máximas autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la provincia.

La Virgen de los Clavos, obra de Ramón Álvarez ejecutada en 1887, cierra el cortejo procesional. Esta dolorosa imagen representa a la Virgen María en su soledad tras la muerte y sepultura de su Hijo, sosteniendo entre sus manos los clavos que atravesaron las manos y los pies de Cristo. El rostro de la Virgen, de una sobriedad conmovedora, transmite un dolor interiorizado y profundo que contrasta con expresiones más teatrales propias de otras escuelas escultóricas. El manto bordado que cubre la imagen constituye una pieza textil de gran valor artístico y devocional.

La mayor parte de estos pasos son portados a hombros por los hermanos de paso, aunque algunos, debido a su peso y dimensiones, son conducidos sobre ruedas. Para facilitar la carga, cada paso es acompañado por bandas de música que interpretan marchas fúnebres cuyo compás marca el ritmo de avance de los cargadores. Varios de los pasos principales llevan escolta de honor compuesta por autoridades y miembros destacados de la cofradía.

La procesión del Viernes Santo

La procesión de la Real Cofradía del Santo Entierro constituye el acto central del Viernes Santo zamorano y uno de los desfiles más solemnes y majestuosos de toda la Semana Santa española. El día comienza a las 16:00 horas en la iglesia de San Esteban con la celebración del Sermón del Descendimiento, acto tradicional que mantiene viva la antigua costumbre de la representación litúrgica. A las 16:30 horas, el cortejo inicia su salida desde el Museo de Semana Santa, donde han permanecido custodiados los pasos durante todo el año.

El desfile lo abre el Barandales, figura singular y exclusiva de la Semana Santa zamorana. Este personaje, cuyo nombre deriva del mayordomo de la cofradía Blas Baranda activo en el siglo XVII, viste una túnica especial de color negro y porta en sus muñecas dos pesadas esquilas o esquilones que rozan los cinco kilogramos cada una. El sonido metálico de estas campanas anuncia el paso de la procesión y marca el ritmo de avance del cortejo, cumpliendo la función que en siglos pasados desempeñaban las campanas de las iglesias, que permanecían mudas desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección por prescripción litúrgica. El tañido del Barandales resonando por las calles empedradas del casco antiguo constituye uno de los sonidos más característicos y reconocibles de la Semana Santa zamorana.

Tras el Barandales desfila la cruz guía de la cofradía, seguida de las insignias y estandartes de la hermandad. A continuación comienza el desfile de los once pasos procesionales, cada uno precedido y seguido por hermanos portando sus características varas con calvario dorado. Las bandas de música interpretan marchas fúnebres que acompañan los pasos, creando una atmósfera de profundo recogimiento y solemnidad.

Una característica distintiva de esta procesión es la participación de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la provincia, que desfilan formando parte del cortejo oficial. La corporación municipal en pleno, representantes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, junto con el obispo de la diócesis y el clero diocesano, acompañan especialmente a la urna del Santo Entierro, confiriendo al desfile un carácter de acto oficial que trasciende lo puramente religioso para convertirse en una manifestación de la identidad colectiva zamorana.

El itinerario procesional recorre las calles más emblemáticas del casco histórico de Zamora. Desde el Museo de Semana Santa, el cortejo se dirige por la Plaza de Santa María la Nueva hacia la calle del Corral Pintado, continuando por la calle Reina hasta alcanzar la Plaza de Juan Nicasio Gallego. Desde allí prosigue hacia la Plaza Mayor, corazón neurálgico de la ciudad, donde el paso de la procesión congrega a miles de zamoranos y visitantes que contemplan el desfile desde los balcones y soportales que rodean este espacio histórico.

Tras la Plaza Mayor, la procesión avanza por la calle Mariano Benlliure hasta la Plaza del Fresco, continuando por la calle de San Vicente y el Riego hasta alcanzar San Torcuato. El cortejo prosigue por la calle Santiago hasta la Plaza de Santiago, donde se encuentra la iglesia de Santiago del Burgo, y de allí se encamina por la calle Santa Clara hasta la Plaza Sagasta, para continuar por Renova hasta llegar a la Plaza Viriato.

El punto culminante del recorrido se alcanza con la llegada a la Santa Iglesia Catedral, primer templo diocesano ante cuyas puertas la procesión realiza un descanso de veinte minutos. Este momento permite a los cargadores recuperarse del esfuerzo físico y a los hermanos y devotos vivir un instante de especial recogimiento. El Cristo de las Injurias permanece en la catedral, siendo venerado allí por los fieles, mientras el resto de imágenes emprende el camino de regreso.

El itinerario de vuelta discurre por la calle Ramos Carrión hasta la Plaza de Sagasta, prosiguiendo por la calle Renova hasta alcanzar nuevamente la Plaza Mayor, desde donde el cortejo se dirige a la Plaza de San Esteban. En los últimos años, la procesión finaliza en la carpa de hormigón instalada en esta plaza junto a la sede histórica de la cofradía, donde las imágenes son recogidas en un ambiente de mayor intimidad que el que ofrece el museo. La procesión suele concluir en torno a las 21:00 horas, tras más de cuatro horas de recorrido por las calles zamoranas.

Orientaciones prácticas

Los visitantes que deseen presenciar la procesión de la Real Cofradía del Santo Entierro deben tener en cuenta que se trata del desfile más largo y concurrido del Viernes Santo zamorano. Es aconsejable llegar con antelación suficiente a los puntos estratégicos del recorrido, especialmente la Plaza Mayor, la Plaza Viriato y el entorno de la catedral, pues estos espacios se llenan completamente mucho antes del paso de la procesión.

La tarde del Viernes Santo en Zamora suele ser fresca, por lo que se recomienda llevar ropa de abrigo adecuada. El calzado cómodo resulta imprescindible si se desea seguir el recorrido completo o parte de él, dado que el desfile se prolonga durante varias horas y las calles del casco antiguo presentan empedrados irregulares y pendientes. Para quienes prefieran contemplar el desfile desde un punto fijo, los soportales de la Plaza Mayor ofrecen protección en caso de lluvia y una excelente visibilidad.

En cuanto al alojamiento, es fundamental reservar con varios meses de antelación, pues la Semana Santa zamorana atrae a decenas de miles de visitantes y la ocupación hotelera alcanza el cien por cien. La ciudad cuenta con una oferta variada que incluye desde establecimientos de lujo hasta pensiones económicas, con especial concentración de hoteles en el casco histórico y en las zonas de expansión moderna.

El acceso a Zamora resulta sencillo desde las principales ciudades españolas. La estación de autobuses dispone de conexiones regulares con Madrid, Valladolid, Salamanca, León y otras capitales. Por carretera, la ciudad se sitúa en ejes importantes como la Autovía Ruta de la Plata (A-66) que conecta Gijón con Sevilla, y cercana a la A-6 que une Madrid con Galicia. Quienes lleguen en vehículo propio deben saber que el estacionamiento en el casco histórico está muy restringido durante la Semana Santa, siendo recomendable utilizar los aparcamientos públicos situados en el extrarradio y acceder al centro a pie.

La gastronomía zamorana ofrece opciones exquisitas para completar la experiencia de la visita. Durante la Semana Santa, los platos de vigilia incluyen el bacalao a la tranca, receta local elaborada con ajo, pimentón y guindilla que constituye una delicia del recetario tradicional. Las truchas del Duero, preparadas de múltiples formas, y los cangrejos de río complementan la oferta de pescado. Entre los postres destacan las rebozadas o torrijas zamoranas, los lazos de San Guillermo y las rosquillas de Alcañices, dulces conventuales que endulzan el paladar del peregrino.

El ambiente sensorial de la procesión del Santo Entierro resulta inolvidable. El sonido metálico de las esquilas del Barandales mezclado con los compases de las marchas fúnebres, el aroma del incienso flotando en el aire de la tarde, el crujir rítmico de las varas de los hermanos golpeando el empedrado, la visión de los magníficos pasos iluminados por los últimos rayos del sol poniente… todo contribuye a crear una experiencia estética y espiritual que trasciende lo puramente religioso para convertirse en un acontecimiento cultural de primer orden.

Actividades cultuales

Aunque la procesión del Viernes Santo constituye el momento de mayor visibilidad pública, la Real Cofradía del Santo Entierro mantiene un intenso calendario de actividades durante todo el año. El sábado previo al cuarto domingo de Cuaresma, la hermandad celebra en la Santa Iglesia Catedral una solemne Misa de difuntos en sufragio de los hermanos fallecidos durante el año. Este acto, de profundo significado espiritual, reúne a la junta directiva, hermanos y familiares de los difuntos en un momento de oración y recuerdo.

Tras la eucaristía se procede a la imposición de medallas a los nuevos hermanos que han ingresado en la cofradía durante el año anterior. Esta ceremonia constituye el acto oficial de bienvenida a quienes se incorporan a la hermandad, momento en el que reciben la medalla que los acredita como miembros de pleno derecho de la institución. El acto se desarrolla ante la imagen del Cristo Muerto de Luis Álvarez Duarte, que permanece expuesto al culto en la catedral zamorana durante todo el año.

Durante la Cuaresma, la cofradía organiza diversos actos preparatorios de la Semana Santa. Estos incluyen charlas formativas sobre el significado teológico de la Pasión de Cristo, conferencias sobre historia del arte sacro, y ejercicios espirituales destinados a los hermanos. La formación continua de los cofrades constituye una prioridad para la hermandad, que entiende que la participación en los desfiles procesionales debe ir acompañada de una comprensión profunda de su significado religioso y cultural.

La cofradía también desarrolla una importante labor social, colaborando con entidades benéficas de la ciudad en proyectos de ayuda a los más necesitados. Esta dimensión caritativa, inherente a las cofradías cristianas desde su origen medieval, se mantiene viva en la actualidad a través de iniciativas de solidaridad con personas en situación de vulnerabilidad.

En años recientes, la Real Cofradía del Santo Entierro ha demostrado su carácter innovador con iniciativas como la presentación en marzo de 2025 del primer simulador de carga a nivel nacional. Este dispositivo, formado por unos banzos con peso regulable, permite a los hermanos experimentar la sensación de cargar un paso procesional, facilitando tanto el entrenamiento de los cargadores como la difusión de este aspecto fundamental de las procesiones. La iniciativa ha tenido amplia repercusión en los medios de comunicación nacionales e internacionales, posicionando a la cofradía como referente en la modernización y difusión de las tradiciones semanasanteras.

Singularidades

La Real Cofradía del Santo Entierro atesora numerosas particularidades que la distinguen dentro del panorama cofradiero español. Su origen gremial, único entre las hermandades zamoranas de Semana Santa, marca profundamente su identidad histórica. Aunque hace siglos que abandonó el carácter exclusivamente profesional, la memoria de aquellos sederos fundadores permanece viva en la tradición oral y en los documentos históricos de la institución.

El Barandales constituye sin duda el elemento más singular y reconocible de la procesión. Esta figura, exclusiva de la Semana Santa zamorana, tiene su origen en el siglo XVI cuando las prescripciones litúrgicas impedían el tañido de las campanas desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección. El sonido metálico de las esquilas que porta en sus muñecas se ha convertido en la banda sonora identificativa de la Pasión zamorana. Durante más de veinte años, Alberto Villacorta Rubio encarnó este personaje para todas las cofradías de la ciudad, hasta su fallecimiento en 2011. Desde entonces, cada hermandad tiene su propio Barandales, aunque todos mantienen las características fundamentales del personaje.

En reconocimiento a su importancia simbólica, en 1994 se erigió en la Plaza de Santa María, junto al Museo de Semana Santa, una estatua en bronce del Barandales obra del imaginero zamorano Ricardo Flecha Barrio. El monumento, que conmemora el cuarto centenario de la fundación de la cofradía, se ha convertido en uno de los iconos fotográficos de la Semana Santa zamorana y en punto de encuentro habitual de visitantes y devotos.

Desde 1986, la Junta Pro Semana Santa de Zamora otorga anualmente el galardón «Barandales de Honor» a instituciones o personas que hayan destacado por su labor en beneficio de la Pasión zamorana. Este premio, representado en una figura de bronce diseñada por Antonio Pedrero, se entrega la mañana del Domingo de Ramos durante el acto del Pregón Oficial de la Semana Santa, constituyendo uno de los reconocimientos más prestigiosos en el ámbito de las tradiciones semanasanteras españolas.

El Sermón del Descendimiento, aunque muy simplificado respecto a su formato original, mantiene viva una tradición teatral litúrgica que se remonta a los orígenes de la cofradía. En siglos pasados, este acto constituía una auténtica representación dramática del momento en que Cristo era desclavado de la cruz utilizando una talla articulada. Aunque la parte teatral ha desaparecido, el sermón previo a la procesión conserva su función preparatoria y catequética.

La vinculación de la cofradía con grandes maestros de la escultura española constituye otro motivo de orgullo. El hecho de que Mariano Benlliure, uno de los escultores más prestigiosos de su tiempo, realizara su primera obra importante para esta hermandad cuando contaba solo quince años, establece un vínculo histórico de enorme valor. Benlliure llegó a ser nombrado «Hermano Honorario» de la Cofradía de Jesús Nazareno e «Hijo Adoptivo» de Zamora, reconocimientos que subrayan la profunda conexión del artista con la ciudad.

El paso de La Lanzada de Ramón Álvarez ha generado una devoción popular tan intensa que muchos zamoranos lo consideran como el más representativo y emotivo de toda la Semana Santa. La escena del centurión atravesando el costado de Cristo conecta profundamente con la sensibilidad religiosa local, convirtiéndose en imagen icónica reproducida en innumerables estampas, carteles y fotografías.

Preguntas frecuentes

¿Cuándo fue fundada la Real Cofradía del Santo Entierro?

La cofradía fue fundada en el año 1593, realizando su primera salida procesional documentada en 1594, el Viernes Santo por la tarde. Aunque existen indicios de celebraciones del Entierro de Cristo en la parroquia de San Esteban desde mediados del siglo XVI, la fundación oficial de la hermandad se sitúa en 1593, siendo promovida por el gremio de sederos de Zamora.

¿Por qué se llama Real Cofradía?

El título de «Real» fue concedido por Su Majestad el Rey Alfonso XIII en el año 1925, en reconocimiento a la importancia histórica de la hermandad y su contribución a la preservación de las tradiciones religiosas españolas. Esta distinción elevó el prestigio de la cofradía y consolidó su posición preeminente dentro de la Semana Santa zamorana.

¿Cuántos pasos procesionan en el Santo Entierro?

La procesión del Santo Entierro está compuesta por once magníficos pasos que representan diferentes momentos de la Pasión y Muerte de Cristo. Este conjunto escultórico incluye obras de imagineros tan destacados como Ramón Álvarez, Mariano Benlliure, Luis Álvarez Duarte y Manuel Ramos Corona, entre otros.

¿Qué es el Barandales y qué función cumple?

El Barandales es un personaje singular y exclusivo de la Semana Santa zamorana que encabeza la procesión portando dos pesadas esquilas o esquilones en sus muñecas. Su función es anunciar el paso del cortejo procesional y marcar el ritmo de avance mediante el sonido metálico de las campanas. Este personaje tiene su origen en el siglo XVI, cuando las campanas de las iglesias permanecían mudas desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección.

¿A qué hora sale la procesión del Santo Entierro?

La procesión sale a las 16:30 horas del Viernes Santo desde el Museo de Semana Santa. Previamente, a las 16:00 horas, se celebra en la iglesia de San Esteban el tradicional Sermón del Descendimiento. La procesión se prolonga durante más de cuatro horas, finalizando en torno a las 21:00 horas en la Plaza de San Esteban.

¿Cuál es la imagen más importante de la procesión?

La imagen titular de la cofradía es el Cristo Yacente de Luis Álvarez Duarte, también conocido como La Urna, estrenado en 2002. Esta imagen representa a Cristo muerto reposando en el sepulcro y constituye el momento culminante del desfile, siendo portada con especial solemnidad y precedida por las máximas autoridades civiles, militares y eclesiásticas.

¿Dónde se puede visitar el patrimonio de la cofradía fuera de Semana Santa?

Los pasos de la Real Cofradía del Santo Entierro permanecen expuestos durante todo el año en el Museo de Semana Santa de Zamora, situado en la Plaza de Santa María la Nueva. Este museo, que es el más visitado de su categoría en España, alberga treinta y siete pasos procesionales de diferentes cofradías zamoranas. La imagen del Cristo Muerto de Luis Álvarez Duarte se venera en la Santa Iglesia Catedral de Zamora.

¿Qué significa que la cofradía tuviera origen gremial?

La Real Cofradía del Santo Entierro es la única hermandad de Semana Santa en Zamora que tuvo origen gremial, es decir, fue fundada y promovida por un gremio profesional concreto: los sederos. Hasta 1626, para ingresar en la cofradía era necesario superar un examen de oficio en el telar ante tres maestros sederos, lo que garantizaba el carácter exclusivo y profesional de la hermandad. Con el tiempo, ante la crisis de la industria textil, la cofradía se abrió a miembros de todas las profesiones y clases sociales.

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