Sección de Damas de la Virgen de la Soledad

La Sección de Damas de la Virgen de la Soledad representa una de las expresiones de devoción femenina más conmovedoras y multitudinarias de la Semana Santa española. Integrada en la histórica Cofradía de Jesús Nazareno (vulgo Congregación) de Zamora, esta sección congrega cada Sábado Santo a aproximadamente 4.500 mujeres vestidas de riguroso luto que acompañan en procesión a una de las imágenes marianas más veneradas de Castilla y León. La emotiva procesión vespertina, que recorre las calles céntricas de la ciudad iluminada por miles de tulipas de cristal, constituye el penúltimo acto de la Semana Santa zamorana y prepara el ambiente para la explosión de alegría del Domingo de Resurrección.

Virgen de la Soledad en Zamora
Virgen de la Soledad en Zamora. Foto de Solinruiz, Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0).

Fundada oficialmente en 1946, aunque con antecedentes que se remontan a 1909, esta sección femenina ha consolidado a lo largo de casi ocho décadas una tradición que fusiona solemnidad litúrgica, fervor popular y cohesión comunitaria. La Virgen de la Soledad, magistral talla del imaginero zamorano Ramón Álvarez realizada en 1886, es considerada por muchos la principal imagen de devoción mariana no solo de Zamora ciudad, sino de toda la provincia y posiblemente de Castilla y León. Su procesión del Sábado Santo, con el canto de la Salve en la Plaza Mayor como momento culminante, cierra el ciclo de dolor y luto de la Pasión antes del amanecer pascual.

Orígenes históricos

Para comprender los orígenes de la Sección de Damas de la Virgen de la Soledad es necesario remontarse a la historia de la Cofradía de Jesús Nazareno, también conocida popularmente como «la Congregación», una de las hermandades más antiguas, numerosas e influyentes de la Semana Santa zamorana. Fundada en 1651 por un grupo de devotos zamoranos encabezados por el notario Claudio Gómez, la cofradía se estableció en la iglesia de San Juan de Puertanueva con el objetivo de rememorar el camino de Cristo hacia el Calvario y proporcionar entierro digno a sus miembros fallecidos.

Desde sus inicios en el siglo XVII, la Congregación tuvo como principal imagen de devoción mariana a María Santísima de la Soledad, aunque la talla actual no se incorporó hasta mucho más tarde. La vinculación entre la cofradía y esta advocación mariana ha sido constante a lo largo de los siglos, reflejando la profunda devoción castellana a la Madre dolorosa en su máxima expresión de abandono tras la muerte de su Hijo.

El punto de inflexión que conduciría a la creación de la sección femenina se produjo en 1886, cuando el devoto zamorano Joaquín Muñiz Arribas encargó al imaginero local Ramón Álvarez una nueva imagen de la Virgen de la Soledad y la donó generosamente a la Cofradía de Jesús Nazareno. Esta magnífica talla, que sustituía a una imagen anterior de menor calidad artística, despertó inmediatamente una devoción extraordinaria entre los fieles zamoranos, especialmente entre las mujeres, que veían en ella una representación perfecta del dolor maternal llevado a su máxima expresión.

A comienzos del siglo XX, el fervor hacia la Virgen de la Soledad había crecido tanto que en 1903 la cofradía decidió modificar sus cultos para atender las demandas de los devotos. Se instauró la tradición de velar a la Virgen desde la mañana del Viernes Santo hasta la noche del Sábado Santo, costumbre que perdura hasta hoy. Para solemnizar aún más esta vela, en 1909 se decidió que, al término de la procesión del Viernes Santo, la imagen de la Virgen de la Soledad fuera trasladada desde su sede en San Juan hasta la iglesia de la Concepción, donde permanecería durante todo el Sábado en vela continua.

Realizada la vela, la Virgen debía regresar a su templo. Lo que inicialmente no estaba previsto es que surgiera una procesión popular espontánea para acompañar a la imagen en su regreso. Cada Sábado Santo, cientos y luego miles de mujeres zamoranas, vestidas de luto, se sumaban voluntariamente al cortejo que devolvía a la Virgen a San Juan. Esta manifestación de piedad femenina, nacida del pueblo sin organización formal alguna, contenía ya en germen la futura sección de damas.

Durante casi cuatro décadas, esta procesión mantuvo su carácter popular y no reglamentado, creciendo año tras año en participación y devoción. Finalmente, en 1946, la Cofradía de Jesús Nazareno decidió dar estructura canónica a esta realidad consolidada, fundando oficialmente la Sección de Damas de la Virgen de la Soledad como filial femenina de la hermandad matriz. Se redactaron estatutos propios, se eligió una junta directiva y se estableció el protocolo ceremonial que, con leves modificaciones, ha llegado hasta nuestros días. La nueva sección fue erigida canónicamente en 1948 con la aprobación de sus estatutos por la autoridad eclesiástica.

Durante décadas, la sección femenina mantuvo su independencia administrativa como filial, con sus propios mayordomos, contabilidad y organización interna, aunque siempre bajo el paraguas de la cofradía matriz. En 2011, en un proceso de reorganización, la Sección de Damas fue plenamente integrada en la Cofradía de Jesús Nazareno, dejando de ser filial para convertirse en una sección más de la hermandad, manteniendo sin embargo su especificidad ceremonial y su autonomía organizativa para la procesión del Sábado Santo.

Sede canónica

La iglesia parroquial de San Juan Bautista, conocida popularmente como San Juan de Puertanueva, es la sede canónica tanto de la Cofradía de Jesús Nazareno como de su Sección de Damas. Este magnífico templo románico, uno de los más emblemáticos del patrimonio zamorano, se alza en el costado occidental de la Plaza Mayor, presidiendo el corazón neurálgico de la ciudad.

Atuendo procesional

Una de las características más distintivas y emocionantes de la Sección de Damas de la Virgen de la Soledad es el atuendo que visten sus miembros durante la procesión del Sábado Santo. Las aproximadamente 4.500 damas que componen actualmente la sección procesionan con un hábito de luto riguroso que constituye en sí mismo un poderoso símbolo visual de la desolación maternal ante la muerte de Cristo.

El hábito consiste en una capa negra con capuchón (también denominada bellardina), confeccionada tradicionalmente en tergal negro, aunque muchas damas optan por tejidos de mayor calidad como lana o merino. La capa cubre completamente la figura, cayendo hasta los pies, y se complementa con el capuchón que puede cubrirse o dejarse caído sobre la espalda según la preferencia de cada dama, aunque la imagen más tradicional es con el capuchón puesto, enmarcando el rostro.

Sobre el pecho, las damas lucen la medalla distintiva de la hermandad, que cuelga de una cinta y constituye el signo de pertenencia a la Cofradía de Jesús Nazareno. Esta medalla, además de su función identificativa, refuerza visualmente el vínculo entre la sección femenina y la cofradía matriz.

Pero el elemento más característico y emotivo del atuendo es sin duda la tulipa de cristal que cada dama porta entre sus manos. Estas tulipas, que albergan una vela encendida, cumplen una doble función: por un lado, son un elemento litúrgico tradicional que simboliza la fe que permanece viva incluso en las tinieblas del Sábado Santo; por otro, crean un efecto visual extraordinario cuando miles de pequeñas llamas iluminan desde abajo los rostros de las procesionantes, proyectando luces y sombras que acentúan la solemnidad del momento.

El conjunto cromático del hábito —negro absoluto solo roto por la pequeña luz dorada de las velas— genera una de las estampas más impactantes y fotogénicas de toda la Semana Santa española. Cuando el cortejo de miles de mujeres enlutadas avanza en silencio por las calles zamoranas al caer la tarde, el efecto es de una intensidad emocional difícilmente igualable. No es solo una procesión: es la representación visual del luto colectivo, de la esperanza que resiste en la oscuridad, del dolor compartido que encuentra consuelo en la comunidad.

A diferencia del hábito masculino de la Congregación, que incluye túnica, caperuz, cruz al hombro y cordón de esparto, el atuendo femenino es más simple pero no menos expresivo. Esta simplicidad formal realza paradójicamente su poder simbólico: son las propias mujeres, con sus rostros visibles iluminados por las velas, quienes encarnan el duelo maternal de la Virgen, sin necesidad de elementos ceremoniales adicionales.

Patrimonio escultórico

La única imagen procesional de la Sección de Damas es la Virgen de la Soledad, obra cumbre del imaginero zamorano Ramón Álvarez Prieto, realizada en 1886 por encargo del devoto Joaquín Muñiz Arribas, quien la donó generosamente a la Cofradía de Jesús Nazareno. Esta talla constituye no solo la principal imagen de devoción mariana de la cofradía, sino una de las más veneradas de toda Castilla y León, siendo considerada por muchos zamoranos como «La Señora de Zamora».

Ramón Álvarez, nacido en Coreses (Zamora) en 1825 y fallecido en la capital en 1889, es el artista que transformó la Semana Santa zamorana dotándola de una personalidad escultórica única e inconfundible. Aunque comenzó su carrera como hojalatero, su talento natural para la escultura religiosa le llevó a convertirse en el imaginero de referencia de la ciudad, creando para las distintas cofradías una galería de imágenes que definirían para siempre el rostro de la Pasión zamorana.

La Virgen de la Soledad es una imagen de vestir tallada en madera de pino, de tamaño natural, que representa a María en el momento más desolador de su existencia: tras la muerte y sepultura de su Hijo, completamente sola, sumida en un dolor sin consuelo pero con una dignidad y serenidad que trascienden el sufrimiento puramente humano. El rostro de la Virgen es de una belleza serena y melancólica, con los ojos entornados como si estuviera sumida en profunda meditación o recogimiento interior. Las manos, magistralmente talladas, se disponen en actitud de oración o súplica, con los dedos entrelazados en gesto de recogimiento.

La composición general no se aleja de la tradición iconográfica de las vírgenes dolorosas, pero Ramón Álvarez logró imprimirle un acusado realismo y una intensidad emocional que conectan de inmediato con el espectador. Existe una tradición no documentada, pero ampliamente difundida en Zamora, que señala que el imaginero pudo haberse inspirado en el rostro de la hermana de su discípulo Aurelio de la Iglesia para tallar las facciones de la Virgen, aunque esto puede ser simplemente una leyenda popular nacida del extraordinario realismo de la obra.

Lo cierto es que el impacto devocional de la imagen fue inmediato y extraordinario. Según consta en los libros de actas de la cofradía, desde el momento de su estreno en 1886 comenzaron a sucederse las muestras de cariño y devoción. Don Valentín Mireles, director del mejor taller de bordados de Zamora a finales del siglo XIX, donó espontáneamente un manto para la Virgen. Doña Catalina Esteban regaló un rosario en filigrana de oro. Las donaciones y exvotos se multiplicaron, testimoniando el fervor que la nueva imagen despertaba en el pueblo zamorano.

Para las procesiones, la Virgen viste túnica y manto de merino negro, complementados con toca y puños de encaje blanco que aportan un elegante contraste cromático. Un cordón de hilos de oro ciñe la cintura de la imagen. La cabeza se toca con una corona de plata labrada en 1924 en los talleres de Eduardo Cordón de Salamanca, sufragada mediante suscripción popular, lo que da idea del arraigo que la imagen había alcanzado en apenas cuatro décadas.

Existe una particularidad en la vestimenta: en la procesión del Viernes Santo, cuando la Virgen cierra el cortejo de la Congregación en la madrugada, luce túnica y manto bordados de gran riqueza; mientras que en la procesión del Sábado Santo, a cargo de las damas, viste túnica y manto lisos, más sobrios y acordes con el carácter recogido y femenino de este desfile. Para ocasiones especiales, como festividades marianas o solemnidades extraordinarias, la Virgen porta una corona de oro, plata, platino y gemas preciosas, mientras que para el culto ordinario luce otra de metal dorado con pedrería de fantasía.

La imagen procesiona sobre una mesa de caoba diseñada por Cesáreo Pedrero Mozo y tallada por Gerardo Fernández Gastalver en 1948, año de la aprobación canónica de los estatutos de la Sección de Damas. Este andas procesional, de líneas sobrias y elegantes, realza la presencia de la imagen sin competir visualmente con ella.

Fuera de la Semana Santa, la Virgen de la Soledad puede venerarse en su altar de la iglesia de San Juan de Puertanueva, donde recibe culto permanente y es objeto de devoción particular de numerosas familias zamoranas que mantienen tradiciones centenarias de visita y oración ante ella.

Procesión del Sábado Santo

La procesión de la Sección de Damas de la Virgen de la Soledad se celebra en la tarde del Sábado Santo, cerrando así el ciclo de duelo y luto de la Semana Santa zamorana antes del amanecer pascual. La salida tiene lugar a las 20:00 horas desde la iglesia parroquial de San Juan, ubicada en la Plaza Mayor, aunque este horario puede sufrir ligeras variaciones según las condiciones meteorológicas y el calendario litúrgico.

La organización del cortejo procesional es compleja dada la multitud de participantes —alrededor de 4.500 damas— y sigue un orden protocolario bien establecido. Abre la marcha la Banda de Cornetas y Tambores de la Cofradía de Jesús Nazareno, cuyas marchas fúnebres marcan el ritmo solemne del desfile. Le sigue la cruz guía, elemento litúrgico que encabeza toda procesión cristiana, portada por hermanos de la cofradía.

A lo largo de la carrera procesional, distribuidos estratégicamente entre las filas de damas, se sitúan diversos elementos ceremoniales: el estandarte oficial de la cofradía, otra banda de cornetas y tambores, y los mayordomos y mayordomas del año, que son los responsables de la organización anual de los actos cofrades. Un detalle distintivo y emotivo es la participación de una escuadra de la Policía Municipal de Zamora vestida con uniforme de gala, que ostenta el título de escolta de honor de la Virgen de la Soledad. Este piquete, que se sitúa junto a la imagen, refleja el reconocimiento institucional a una devoción que trasciende lo puramente religioso para formar parte de la identidad cívica zamorana.

Las miles de damas avanzan en largas filas, todas vestidas de riguroso luto con sus capas negras y portando las tulipas de cristal con vela encendida. El efecto visual es extraordinario: una marea humana oscura salpicada por miles de pequeñas luces doradas que avanzan lentamente por las calles del casco antiguo. El silencio es casi absoluto, roto solo por el sonido de los tambores, el roce de las telas y el murmullo de oraciones que algunas damas recitan en voz baja.

Junto a la imagen de la Virgen se sitúa la presidencia oficial, compuesta por el capellán de la cofradía, autoridades locales civiles y eclesiásticas, y la junta directiva de la hermandad. Cierra el cortejo una banda de música que interpreta marchas procesionales dedicadas a la Virgen de la Soledad y otras composiciones tradicionales de la Semana Santa zamorana.

El recorrido procesional discurre íntegramente por las calles céntricas de Zamora. Desde la Plaza Mayor, el cortejo toma la calle Renova, continúa por la plaza Sagasta, desciende por Santa Clara hasta la amplia avenida de Alfonso IX, atraviesa la plaza de Alemania, sube por San Torcuato, vuelve a Sagasta y finalmente regresa a Renova para hacer su entrada triunfal en la Plaza Mayor por el lado opuesto al de la salida.

El momento culminante de toda la procesión se produce precisamente en este regreso a la Plaza Mayor. Cuando la Virgen hace su entrada en la plaza abarrotada de público, todas las damas, en un gesto unánime y profundamente emotivo, entonan la Salve en honor de María. Este canto mariano, uno de los más antiguos y bellos de la tradición cristiana, interpretado por miles de voces femeninas al unísono en el marco incomparable de la Plaza Mayor iluminada por las luces del atardecer y las velas de las tulipas, constituye uno de los instantes de mayor intensidad espiritual y estética de toda la Semana Santa española.

La Salve no es simplemente un canto: es el grito de súplica y consuelo de un pueblo entero a su Madre, el reconocimiento comunitario del dolor compartido, la expresión coral de una fe que persiste incluso en las tinieblas del Sábado Santo. Para muchos zamoranos, creyentes o no, este momento representa la quintaesencia de lo que significa su Semana Santa: tradición, comunidad, emoción compartida y belleza que trasciende lo puramente estético para tocar lo más profundo del alma.

Tras la Salve, el cortejo completa la vuelta a la plaza y se dirige de regreso a San Juan, donde concluye el desfile con la entrada de la imagen en el templo. Allí, muchas damas permanecen velando a la Virgen durante parte de la noche, en un acto de devoción íntima que prolonga la experiencia procesional.

Actividades complementarias

Aunque la procesión del Sábado Santo es sin duda el momento de mayor visibilidad pública de la Sección de Damas de la Virgen de la Soledad, la vida de esta agrupación femenina se extiende a lo largo de todo el año con diversas actividades devocionales, formativas y sociales que cohesionan a sus miles de miembros.

La vela a la Virgen que se desarrolla desde la mañana del Viernes Santo hasta la noche del Sábado Santo es uno de los actos más significativos. Establecida desde 1903, esta vigilia ininterrumpida ante la imagen de la Soledad es atendida por turnos de damas que se relevan cada pocas horas, asegurando que la Virgen nunca quede sola en su dolor. Durante estas más de treinta horas de vela, el templo de San Juan se convierte en un espacio de recogimiento donde se alternan oraciones comunitarias, rosarios, cánticos marianos y momentos de meditación silenciosa.

A lo largo del año, la sección organiza diversos cultos religiosos en honor de la Virgen de la Soledad. Destaca especialmente el Quinario que se celebra en febrero, cinco días de predicación y oración que preparan espiritualmente a las damas para la Semana Santa. Durante este quinario se reflexiona sobre el misterio del dolor maternal de María, se cantan motetes marianos y se fortalecen los lazos de hermandad entre las participantes.

La sección cuenta con una junta directiva propia que, aunque integrada en la estructura general de la Cofradía de Jesús Nazareno, gestiona los aspectos específicos de la agrupación femenina: organización de la procesión, coordinación de las damas, mantenimiento de los enseres ceremoniales (capas, tulipas, medallas), gestión económica de las cuotas de las hermanas, y coordinación con las autoridades eclesiásticas y civiles para los distintos actos.

Un aspecto importante de la vida de la sección es la transmisión generacional de la devoción y la pertenencia. Es frecuente que la condición de dama de la Soledad se transmita de madres a hijas, de abuelas a nietas, creando verdaderas dinastías familiares de devotas. Muchas niñas zamoranas sueñan desde pequeñas con el momento en que tendrán edad suficiente para vestir la capa negra y portar su tulipa en la procesión del Sábado Santo, acompañando a sus madres y abuelas en un rito de paso que las conecta con generaciones de mujeres de su familia.

La sección también participa activamente en la obra social y caritativa de la Cofradía de Jesús Nazareno, que incluye programas de apoyo escolar, asistencia a familias necesitadas del barrio de San Juan y otras iniciativas de solidaridad comunitaria. Esta dimensión social, profundamente enraizada en el carisma fundacional de la cofradía, recuerda que la devoción auténtica se manifiesta necesariamente en el servicio al prójimo.

Particularidades distintivas

La Sección de Damas de la Virgen de la Soledad presenta numerosas características que la convierten en una agrupación única dentro del panorama cofrade español y en uno de los fenómenos de devoción mariana más impresionantes de Castilla y León.

La magnitud numérica: Con aproximadamente 4.500 damas inscritas, esta es una de las secciones femeninas más numerosas de toda España. Solo algunas hermandades sevillanas, como las damas de la Macarena o de la Esperanza de Triana, alcanzan cifras similares. Este número convierte a la procesión del Sábado Santo en un despliegue humano extraordinario que ocupa literalmente kilómetros de calles zamoranas. La logística necesaria para coordinar a miles de personas en un desfile ordenado y solemne es compleja y requiere una organización minuciosa.

El origen popular espontáneo: A diferencia de muchas cofradías y secciones que nacen por decisión de una autoridad eclesiástica o de un grupo reducido de fundadores, la Sección de Damas surgió de una procesión popular no reglamentada que las mujeres zamoranas iniciaron espontáneamente en 1909. Durante casi cuatro décadas, la procesión existió sin estatutos, sin estructura formal, sin junta directiva, movida únicamente por la devoción popular. Este origen «desde abajo» explica en parte la extraordinaria penetración social de la sección y su carácter profundamente comunitario.

La devoción transversal: La Virgen de la Soledad y su sección de damas trascienden las fronteras de clase social, edad, ideología o nivel cultural. Entre las miles de mujeres que procesionan cada Sábado Santo se encuentran desde ancianas que lo han hecho durante setenta años hasta adolescentes en su primer desfile, desde catedráticas universitarias hasta empleadas del hogar, desde empresarias hasta jubiladas. Esta transversalidad social es una de las características más hermosas de la sección y refleja la capacidad de la devoción popular auténtica para crear comunidad más allá de las divisiones sociales.

El silencio como elemento expresivo: Aunque el cortejo incluye bandas de música que interpretan marchas procesionales, amplias secciones del desfile transcurren en un silencio casi absoluto, roto solo por el roce de las telas, los pasos sobre el empedrado y el ocasional sollozo de alguna dama especialmente emocionada. Este silencio, especialmente intenso en las calles estrechas del casco antiguo, tiene un poder expresivo extraordinario. No es el silencio de la indiferencia, sino el del recogimiento, el de la meditación compartida, el del dolor que no necesita palabras.

La participación de la Policía Municipal: El hecho de que una escuadra de la Policía Municipal de Zamora, con uniforme de gala, ostente el título de escolta de honor de la Virgen de la Soledad y participe año tras año en la procesión es significativo. Refleja el reconocimiento institucional de que esta devoción no es un asunto meramente privado o eclesiástico, sino un elemento central de la identidad colectiva zamorana que merece el homenaje de las instituciones públicas.

El fenómeno de las suspensiones: Dada la magnitud del desfile y el valor del patrimonio artístico que se porta (la talla de Ramón Álvarez es una obra insustituible), las condiciones meteorológicas adversas pueden forzar la suspensión o modificación de la procesión. Cuando esto ocurre —como en 2024, cuando la lluvia impidió el desfile completo— se produce un fenómeno emotivo: las damas acuden igualmente al templo para velar a la Virgen que no ha podido salir, asegurando que la Soledad no se quede sola en San Juan. Estos momentos de «procesión suspendida» generan una intensidad devocional particular, demostrando que la fe no depende del lucimiento externo sino del vínculo interior con la imagen venerada.

Orientaciones prácticas

Alojamiento: Dada la popularidad de la Semana Santa zamorana, es imprescindible reservar alojamiento con varios meses de antelación, especialmente para el fin de semana de Viernes y Sábado Santo. La zona de la Plaza Mayor y sus alrededores ofrece la ventaja de la cercanía al punto de salida y llegada de la procesión, mientras que el ensanche moderno dispone de mayor oferta hotelera de categoría superior.

Acceso y transporte: Zamora está bien comunicada por carretera (autovías A-66 y A-11) y cuenta con estación de autobuses con buenas conexiones. El casco antiguo es peatonal, por lo que conviene utilizar los aparcamientos públicos periféricos. Para la tarde del Sábado Santo, es recomendable llegar al casco antiguo con antelación, ya que las calles se cierran al tráfico antes del inicio de la procesión.

Vestimenta adecuada: Aunque no existe código de vestimenta obligatorio para los espectadores, es recomendable vestir con cierta sobriedad y elegancia discreta, respetando el carácter religioso del acto. El Sábado Santo puede ser una jornada fresca en Zamora, especialmente al caer la tarde, por lo que conviene llevar algo de abrigo. Calzado cómodo es esencial si se desea seguir el recorrido o esperar de pie en algún punto estratégico.

Mejores lugares para presenciar la procesión: La Plaza Mayor es sin duda el lugar más recomendado, especialmente en el momento del regreso cuando se canta la Salve. Llegar con al menos una hora de antelación es aconsejable para asegurar un buen lugar. Las calles del recorrido (Renova, Sagasta, Santa Clara) también ofrecen perspectivas interesantes, especialmente en los tramos más estrechos donde la proximidad al cortejo es mayor. Algunas personas prefieren la entrada en San Juan al finalizar la procesión, momento más íntimo y recogido.

Gastronomía del Sábado Santo: Aunque el gran banquete gastronómico zamorano es el «dos y pingada» del Domingo de Resurrección, el Sábado Santo tiene también sus tradiciones culinarias. Es el último día de abstinencia cuaresmal, por lo que predominan los platos de vigilia como el bacalao a la tranca o el bacalao al ajo arriero. Las pastelerías zamoranas ofrecen los dulces típicos de Semana Santa: aceitadas, torrijas, tejas y pastas de almendra.

Ambiente sensorial: La procesión del Sábado Santo genera una experiencia sensorial única. El olor del incienso se mezcla con el de las velas de las tulipas y el aroma de las flores que adornan el paso de la Virgen. El sonido de los tambores y cornetas, el canto coral de la Salve, el murmullo de miles de personas… Visualmente, el contraste entre el negro de las capas y el dorado de las luces de las velas, el movimiento ondulante de miles de figuras enlutadas, la majestuosidad de la Virgen de Ramón Álvarez con sus vestiduras bordadas… Es una procesión que se vive con todos los sentidos.

Preguntas habituales

¿Cuándo se celebra la procesión de la Sección de Damas de la Virgen de la Soledad?

La procesión tiene lugar en la tarde del Sábado Santo, saliendo a las 20:00 horas de la iglesia de San Juan de Puertanueva en la Plaza Mayor. Es el penúltimo acto de la Semana Santa zamorana, antes de la procesión de la Resurrección del domingo siguiente.

¿Cuántas damas participan en la procesión y cómo puedo unirme?

Actualmente participan aproximadamente 4.500 damas inscritas en la sección. Para unirse es necesario inscribirse formalmente en la Cofradía de Jesús Nazareno, cumplir con los requisitos establecidos en los estatutos (que incluyen el pago de una cuota anual) y adquirir el hábito procesional. La inscripción está abierta durante todo el año en la sede social de la cofradía.

¿Por qué las damas visten de luto riguroso?

El hábito de luto riguroso simboliza el duelo de María tras la muerte y sepultura de su Hijo. El Sábado Santo es, en la tradición cristiana, el día de máxima desolación, cuando Cristo yace en el sepulcro y su Madre permanece en absoluta soledad. Las damas, al vestir de luto y acompañar a la Virgen de la Soledad, encarnan visiblemente este dolor maternal compartido por toda la comunidad.

¿Quién talló la imagen de la Virgen de la Soledad?

La Virgen de la Soledad fue tallada por el imaginero zamorano Ramón Álvarez en 1886, por encargo de Joaquín Muñiz Arribas quien la donó a la Cofradía de Jesús Nazareno. Es una imagen de vestir realizada en madera de pino, considerada una de las obras maestras del artista y la principal imagen de devoción mariana de Zamora.

¿Cuál es el momento más emotivo de la procesión?

Sin duda, el momento culminante es cuando la procesión regresa a la Plaza Mayor y las 4.500 damas entonan al unísono la Salve en honor a la Virgen. Este canto mariano coral, interpretado por miles de voces femeninas en el marco de la plaza iluminada por las velas de las tulipas, constituye uno de los instantes de mayor intensidad espiritual de toda la Semana Santa española.

¿Qué son las tulipas que portan las damas?

Las tulipas son portavelas de cristal que cada dama lleva entre sus manos con una vela encendida. Cumplen una doble función: simbólica (representan la fe que permanece viva en las tinieblas) y práctica (iluminan desde abajo los rostros de las procesionantes creando un efecto visual extraordinario). Cuando miles de tulipas avanzan en la oscuridad, el espectáculo de luz es impresionante.

¿Pueden participar en la procesión mujeres no zamoranas?

Sí, la Sección de Damas está abierta a cualquier mujer que desee inscribirse, sea zamorana o no. De hecho, hay damas que residen habitualmente en otras ciudades pero que regresan cada año a Zamora específicamente para participar en la procesión del Sábado Santo, manteniendo así vínculos familiares y devocionales con la ciudad.

¿Dónde puedo ver la imagen de la Virgen fuera de Semana Santa?

La Virgen de la Soledad recibe culto permanente en su altar de la iglesia parroquial de San Juan de Puertanueva, en la Plaza Mayor de Zamora. El templo está abierto al público en horario de culto y puede visitarse la imagen. Algunas de las otras imágenes procesionales de la Congregación se exponen en el Museo de Semana Santa de Zamora.

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